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lunes, 7 de octubre de 2013

El vínculo del "click"

Todo nace con un pequeño instante en el que se produce el “click” de complicidad y, a partir de ahí, ya estás unida a esa persona, a priori, para el resto de la vida. Tanto puede ser el que, por casualidades de la vida, esa persona estuviera presente en un momento crítico de tu vida como, que de repente, protagonicéis un ataque de risa sin venir a cuento… el nacimiento está marcado por detalles que son irrisorios y difícil de determinar. Lejos de lo que puedas estar pensando, esto es una oda a la amistad. Al sentimiento más puro de hermandad sin sangre. El vínculo que no nace de la dopamina ni de la genética sino de la complicidad.

No importa cuánto tiempo haga que os conocéis porque son tan válidas las amistades que con orgullo se señala que nacieron casi al mismo tiempo que tú, como aquellas que se hicieron durante la infancia, adolescencia o incluso hace tan solo unos meses. Siempre se parte de un punto en común. Tampoco importa cuán diferentes seáis en muchos aspectos, el vínculo existe porque encontráis ese punto en común. Ni tan siquiera cuál fue su origen: amigos de amigos, estrés en el trabajo, compartir pupitre en clase o conoceros de una fiesta.

Lo maravilloso de la amistad es la protagonización de grandes epopeyas, experimentar grandes tragedias, compartir una etapa crucial en tu vida o incluso una nimiedad… Sabes que tienes una gran amistad con una persona cuando ya tenéis ese código en una mirada o en una frase, cuando volvéis a repetir esa anécdota que vivisteis que aún os hace reír a carcajadas; cuando nadie más que vosotros sois capaz de comprenderos.
Un amigo es aquel que, sin tener ningún tipo de obligación, acude a tu rescate cuando no puedes más. Cuando la tristeza te invade y seguir para adelante parece verse como una utopía… él será tus piernas cuando no puedas caminar, tu voz cuando estés afónico y… sobre todo, no tendrás ninguna deuda a saldar.
Lo más difícil de todo, es conservar las amistades. Una vez que los caminos se separan y no se comparte un día a día, se vuelve complicado disfrutar de la compañía del otro. Pero las grandes amistades son aquellas que se fundamentan en la no necesidad de mantener el contacto diario, que en el instante que os veáis empezaréis vuestro cántico para poneros mutuamente al día. Y, en ocasiones, ni tan siquiera es necesario actualizarse, porque ya estáis manos a la obra disfrutando de la vida juntos.


Posiblemente si estás leyendo esto, es porque seas mi amigo.  Tan solo me queda darte las gracias por serlo. Por haberme hecho partícipe de tu vida y por serlo tú de la mía.
Es un placer compartir esta jungla de vida con todos y cada uno de vosotros. 

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