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viernes, 25 de junio de 2010

23 Junio 2010


La víspera de Sant Joan me dirigía en tren a disfrutar de la noche más corta del año y, como algunos auguran , una noche màgica. En mi tren iban todas las víctimas del accidente ferroviario acontecido en Castelldelfels Platja. Yo viví ajena a la catastrófe hasta el día siguiente, mi tren continuó sin percatarse del desastre hasta finalizar su destino, yo bajé en Sitges y para mi empezó allí la noche de diversión. Ironías de la vida: yo disfruté de la noche de Sant Joan cuando acababa de ocurrir un desastre de tal magnitud a pocos metros de mí.
Al día siguiente, debo volver a Barcelona y, en la estación de Sitges ya se palpa en el ambiente las consecuencias de la tragedia. Los trenes de media distancia, a lo lejos, vienen pitando, la gente lo más alejada de las vías, algunos trenes pasan tan lentos, aunque no se tengan que detener en la estación sólo por precaución, que puedes distinguir la cara de sus pasajeros.
Al llegar a la estación de Castelldefels Platja…
Pondría la mano en el fuego porque en estos momentos todos estamos pensando lo mismo. Todas nuestras mentes están enfocadas hacia un mismo pensamiento: la desgracia de ayer por la noche. Dudo que alguien se atreva a alzar la voz pero todos tenemos en mente el mismo suceso y, lo peor de todo, es que somos conscientes de ello. Aunque nadie lo exteriorice, cada uno de nosotros guardamos luto en nuestra alma. Sabemos por qué en los alrededores de la estación hay gente merodeando. Sabemos por qué la señora del asiento de delante, se levanta para ojear por la ventana que da a las vías. Vemos las cámaras de televisión a punto de retransmitir en directo las huellas de la tragedia.
Nunca había estado en un tren tan silencioso. Incluso creo que oigo lejano el ruido del propio tren. Silencio absoluto. Nadie dice nada. Ni nos atrevemos a mirarnos unos a otros. En mi caso, apago la música en seguida que he llegado a la estación. ¿Símbolo de luto?
Ayer por la noche no pude evitar juzgar cuando una cantidad absurda de gente subía al tren abarrotándolo. Yo no pude evitar sentir alivio cuando toda la gente bajaba en la misma estación… Y ahora no puedo evitar pensar que alguna de las víctimas podría ser la persona que estaba sentada a mi lado en el tren, o delante… Aunque era un completo desconocido, sólo prefiero pensar que no es una de las víctimas.
Ajena al desastre mi tren continuó su camino… Ese camino que todos acabaremos cogiendo cuando el tiempo estienda su capa para relegar al olvido lo acontecido.
Subrayar un culpable no tiene sentido a estas alturas, sucedió así. Sólo me limito a escribir lo que ha pasado por mi mente en relación a un accidente que "casi me toca".