Son una mala combinación. En esta vida existen todo tipo de combinaciones: las perfectamente solubles (que en un tris tras ya están mezcladas y son poco reconocibles las partes originales, pues ya son un nuevo producto totalmente diferente), las que tardan en mezclarse pero que finalmente acaban cuajando y, las imposibles. Las imposibles consisten en la incapacidad de disolución de los elementos que lo componen. No importa de dónde provengan los elementos, no importa cuánto sentimiento exista entre las dos partes, tampoco la la fuerza centrífuga que les atrae como a dos polos opuestos… Lo único que importa es que no cuajan. Son como el aceite y el agua. No lo intentes, no desgastes tus fuerzas, nunca van a convivir en armonía.
El peor momento es al empezar a ser consciente de ello. Hasta ahora han luchado para cuajar pero, juntos, se han dado cuenta de que no funcionan. No hay flow. Y,por qué no hay flow? Porque son tan sumamente diferentes que llegan a ser incompatibles, porque cuando están "face to face" un gran halo de desconfianza les separa acentuando muchísimo más la minúscula distancia. Él es así, en público seco, entregado solo en los momentos de intimidad. Eso no significa que no la adore, que no se le caiga la baba con ella, que no la desee. Pero ella necesita el comportamiento contrario al que adopta él. Ella tiene miedo, ella ya no confía. Ella solo recuerda cuando él un día tuvo su corazón en mano y lo rechazó. Ella intenta olvidarlo pero está en la memoria de su alma. Porque él fue su gran amor pero también su gran desamor. Él le dejó un tatuaje en la piel: “no te entregues por amor, porque duele”. Ella no es ella misma cuando está con él, ella tiene miedo de que no le guste cómo es o sé dé cuenta de que no está a su altura. Porque las cosas buenas a ella nunca le pasan. Y como que las cosas buenas a ella nunca le pasan, tiene miedo. Mucho miedo. Y encima es consciente de que son incompatibles...
Al empezar, conocían los riesgos que conllevaba el juego. Los dos acataron las reglas. Y el juego funciona en el mundo virtual pero no en el real. A los dos les gusta jugar pero la gran diferencia es que si ella realmente se dispone a jugar abiertamente, sin tapujos, acabará haciéndose daño. Están enganchados al juego; pero éste debe pararse: aquí y ahora. Ella no debe seguir jugando por mucho que su corazón necesite esa droga. Cuando los médicos advierten la peligrosidad de una sustancia, en ocasiones, se les debe escuchar. ¿Serías capaz de comprarte un coche nuevo que eres consciente de que nunca vas a poder llegar a conducir? ¿Cómo te compras una pieza de roba que sabes perfectamente que nunca te vas a poder llegar a poner? Entonces, ¿dónde encuentra el valor una persona qué sabe qué si se abre va a acabar enamorándose y qué el otro jugador no puede llegar a sentir nunca lo mismo? No es justo, todo el mundo merece ser correspondido.
La mejor parte de la historia es cuando ambos se quitan la máscara al estar juntos. Es, sin duda, la más divertida. Cuando se desinhiben gracias al alcohol, el momento en el que todo fluye como debería… entre ambos hay tanta pasión que acaban estallando fuegos artificiales. Se anhelan el uno al otro. Se desean con sed. Se entregan sin condiciones. Se besan dejándose la piel en ello. Se aman, cada uno con sus límites, pero se aman.
La realidad es triste, gris y duele. Y ellos se queman queriéndose.
El peor momento es al empezar a ser consciente de ello. Hasta ahora han luchado para cuajar pero, juntos, se han dado cuenta de que no funcionan. No hay flow. Y,por qué no hay flow? Porque son tan sumamente diferentes que llegan a ser incompatibles, porque cuando están "face to face" un gran halo de desconfianza les separa acentuando muchísimo más la minúscula distancia. Él es así, en público seco, entregado solo en los momentos de intimidad. Eso no significa que no la adore, que no se le caiga la baba con ella, que no la desee. Pero ella necesita el comportamiento contrario al que adopta él. Ella tiene miedo, ella ya no confía. Ella solo recuerda cuando él un día tuvo su corazón en mano y lo rechazó. Ella intenta olvidarlo pero está en la memoria de su alma. Porque él fue su gran amor pero también su gran desamor. Él le dejó un tatuaje en la piel: “no te entregues por amor, porque duele”. Ella no es ella misma cuando está con él, ella tiene miedo de que no le guste cómo es o sé dé cuenta de que no está a su altura. Porque las cosas buenas a ella nunca le pasan. Y como que las cosas buenas a ella nunca le pasan, tiene miedo. Mucho miedo. Y encima es consciente de que son incompatibles...
Al empezar, conocían los riesgos que conllevaba el juego. Los dos acataron las reglas. Y el juego funciona en el mundo virtual pero no en el real. A los dos les gusta jugar pero la gran diferencia es que si ella realmente se dispone a jugar abiertamente, sin tapujos, acabará haciéndose daño. Están enganchados al juego; pero éste debe pararse: aquí y ahora. Ella no debe seguir jugando por mucho que su corazón necesite esa droga. Cuando los médicos advierten la peligrosidad de una sustancia, en ocasiones, se les debe escuchar. ¿Serías capaz de comprarte un coche nuevo que eres consciente de que nunca vas a poder llegar a conducir? ¿Cómo te compras una pieza de roba que sabes perfectamente que nunca te vas a poder llegar a poner? Entonces, ¿dónde encuentra el valor una persona qué sabe qué si se abre va a acabar enamorándose y qué el otro jugador no puede llegar a sentir nunca lo mismo? No es justo, todo el mundo merece ser correspondido.
La mejor parte de la historia es cuando ambos se quitan la máscara al estar juntos. Es, sin duda, la más divertida. Cuando se desinhiben gracias al alcohol, el momento en el que todo fluye como debería… entre ambos hay tanta pasión que acaban estallando fuegos artificiales. Se anhelan el uno al otro. Se desean con sed. Se entregan sin condiciones. Se besan dejándose la piel en ello. Se aman, cada uno con sus límites, pero se aman.
La realidad es triste, gris y duele. Y ellos se queman queriéndose.
C´est la vie mon amour, que triste.
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