Dicen que de noche todo vale. Dicen que los jóvenes somos unos desconsiderados. Dicen, dicen y dicen. Y al fin y al cabo sólo dictaminan.
Tengo 20 años y me gusta salir de marcha con mis amigas por las discotecas pero no comprendo el trato que recibimos por parte de esos individuos que trabajan de noche. Llevo ya mucho tiempo quejándome del despotismo que derrochan pero no es hasta hoy que decido sentarme a escribir sobre el tema porque el pasado sábado se produjo un incidente que fue el punto de inflexión que me animó a hacerlo.
Esa noche en cuestión mis amigas y yo entramos en la discoteca-pub MOON del Paseo Marítimo. Dos de nosotras nos dirigimos hacia los lavabos (entre ellas yo misma) y la cola que había en el servicio de señoras era inmensa. Pecamos al entrar en el lavabo de los chicos porque vimos que estaba vacío. Y, de repente, el portero de la discoteca entró en el lavabo de los chicos y empezó a golpear la puerta bruscamente hasta que, cuando el pestillo ya no estaba puesto, continuó golpeando de manera que la puerta le dio a la cara de mi amiga. El morado del golpe apareció en seguida sin dar tregua a la noche de fiesta. Cuando mi amiga se dirigió a pedirle explicaciones, el portero se limitó a echarle la culpa a ella sin tan siquiera disculparse por el morado. Acepto que se debe respetar la segregación de lavabos pero no pienso aceptar la actitud del personal de seguridad. La disculpa no tiene porque eximirse en su caso.
No entiendo como unos personajes corpulentos pueden tener la capacidad de decisión que tienen. Muchas veces deciden si entras o no en la discoteca por la primera impresión que tienen de ti (si eres chica y eres espectacular, no lo dudes que, aunque tengas 13 años, entrarás), se sacan normas de la manga cuando les viene en gana (de repente, el umbral de edad aumenta de 21 a 23 en un segundo, ¿no?). La cuestión es que no se puede tratar así a las personas sólo porque seas el segurata de una discoteca. Es lamentable que el poder que les legitima sea el de la fuerza (ya no sólo física sino que muchas veces en su mano está el poder disfrutar la noche con tus amigos o no) y la subjetividad con la que la aplican (adaptan sus criterios al instante). Creo que existe un desconocimiento absoluto sobre toda la serie de derechos y obligaciones que tienen ellos como personal de seguridad y nosotros como ciudadanos, clientes y, sobre todo, como personas. Hay que trabajar para que estas situaciones cambien. Hay que luchar para que aunque yo sea diminuta al lado de un segurata cuando me trate indiscriminadamente mi voz sea mucho más fuerte que la suya.
Hoy sólo alzo la voz para reivindicar que de noche no todo vale y que los jóvenes, ante todo, somos personas.